No ceden las palabras
ni las agrietan los escritos
en su raíz o abecedario,
ni los cielos, sus vías y los ritos
en los párrafos.
Mira tú:
riman los pájaros
con el escolar indeciso.
No puedo comprender el vuelo
de la fónica en su alba tónica
y como dice el ciego
en la repisa de la biblioteca, espeso
polvo
porque ya casi nunca entiendo;
Mi diccionario,
la enciclopedia en el espejo
y las páginas con sus flechas,
los anteojos perdidos en el río
y el despojo
de los naipes marcados con sus fechas
¿ quién muere
y queda con su torque al pecho
sobre esta mesa
y tus lámparas abiertas?
Yo te respondo, querida:
Jorge Luis Borges .
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El Aleph
Vi el populoso mar,
vi el alba y la tarde,
vi las muchedumbres de América,
vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide,
vi un laberinto roto (era Londres),
vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo,
vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó,
vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años
vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos,
vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua,
vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena,
vi en Inverness a una mujer que no olvidaré,
vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo,
vi un cáncer de pecho,
vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol,
vi una quinta de Adrogué,
un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio,
la de Philemont Holland,
vi a un tiempo cada letra de cada página
(de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran
y perdieran en el decurso de la noche),
vi la noche y el día contemporáneo,
vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala,
vi mi dormitorio sin nadie,
vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin,
vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba,
vi la delicada hozadura de una mano,
vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales,
vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española,
vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo,
vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos,
vi todas las hormigas que hay en la tierra,
vi un astrolabio persa,
vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar)
cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino,
vi un adorado monumento en la Chacarita,
vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo,
vi la circulación de mi propia sangre,
vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte,
vi el Aleph, desde todos los puntos,
vi en el Aleph, la tierra,
vi mi cara y mis vísceras,
vi tu cara, y sentí vértigo y lloré,
porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural,
cuyo nombre usurpan los hombres,
pero que ningún hombre ha mirado:
el inconcebible universo.
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Si usted no le falta el aire al llegar al final de este texto y su pecho no demanda con urgencia el ingreso de aire en entrecortadas y espasmódicas bocanadas a sus pulmones y que se conoce con el nombre de suspirar, quiere decir que usted no tiene emoción o es una máquina y por lo tanto abandone la lectura de esta reflexión. Esto es un poema y no una prosa como cree su autor. El hecho que lo haya presentado como prosa sólo indica su profundo rubor por escribir en verso libre. Al leer este texto como aquí está dispuesto, donde aparecen los largos silencios del espacio en blanco y que permite repensar el verso;digerir la redondez de las imágenes, hace que esta equívoca prosa adquiera alas sublimes, dimensiones de ARTE supremo.
..y a ese verseo antojadizo le agregaría lo siguiente; de la película Blade Runner:
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.
Naves de ataque en llamas sobre el hombro de Orión.
Rayos “C” brillar en la oscuridad cerca de la puerta “Tanhauser”.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia
…. es hora de morir.