Ni tártaro no pagano
ni cristiano ni moro.
Si tú no lo crees
pues yo tampoco.
Aún no tenía espinillas
cuando partió Marco Polo
con su padre Nicolo
hacia la Palestina.
Con una carta
para el Gran Khan
que vivía en Pekín
cruzó el imperio otomano
para llevar un recado
del Papa romano
que era un parlanchin.
Superó la Mesopotamia.
Ni barrancos, ni selvas
pudieron parar la saeta
en Bengala o Birmania
Escaló abismos vastos como océanos.
Cruzó bosques húmedos como nubes.
Y contempló el Plátano Solitario
en la Gran Muralla China
que nada explica
deste extraño itinerario
del que existe incertidumbre.
Con títulos y riquezas,
lo nombra consejero el Khan.
Y por la princesa Cocacin
prometida al rey de Persia
al gran viaje ponen fin.
Mateo, Nicolo y Polo
partieron de Zaitón
de regreso a la Venecia
llegaron a San Marcos en galeón
para contar de la China
su paciencia y su millón.
¿Quién iba a creer
que pantalones usara la mujer?
¿Que la moneda fuera de papel?
¿En cohetes y cometas?
¿Y en la finas tiras de masitas
que llamaron tallarín?
Con toda su riqueza
armó una gran galera
para luchar contra la espuria
flota genovesa.
En la batalla de Curzola
capturaron su navío
para encerrar a Marco Polo y sus historias
en un calabozo con nombre y apellido
A Rustigello Pisano
poeta de Pisa,
por copión
quien a su dictado
publicó El Millón.
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